En el Día de la Lealtad Peronista ocurrió un acto de justicia histórico para la tradición política de nuestro país. El cuerpo de Vicente Benito Romano, quien fue secuestrado, asesinado y desaparecido por la última dictadura militar en el país, pudo ser despedido por su familia y seres queridos con honores y mucho cariño.
Esto fue posible gracias al trabajo de Equipo Argentino de Antropología Forense. Sus restos fueron hallados en 2010 en un cementerio de Escobar, donde permanecía sin identidad desde el 25 de abril de 1976, y luego de un arduo trabajo en el proceso de recuperación de los restos, se logró la identificación.
Al velatorio de Romano asistió Damián del Castaño en representación de la Agrupación “Los 11 de Fierro”. Acompañado del historiador y especialista en la lucha de los ingenios azucareros de Tucuman, Ignacio Sánchez, pudo charlar con los familiares de Vicente, quienes agradecieron el cariño. A Del Castaño, quien constantemente reivindica la lucha de los trabajadores de los ingenios azucareros tucumanos, se lo vio muy emocionado al participar de la despedida del dirigente sindical.
Romano fue secuestrado y desaparecido por la última dictadura militar que dio el golpe de Estado en 1976. Hijo de un obrero azucarero, se destacó como delegado del ingenio La Esperanza desde los 17 años, lo que le permitió el honor de que Evita, en 1946, lo condecorara por ser el dirigente sindical más joven del país.
Luego del derrocamiento del gobierno peronista en 1955, se fue exiliado a Bolivia. En 1959 resultó elegido secretario general de la Federación Obrera de Trabajadores de la Industria Azucarera, y mientras se desempeñaba como diputado nacional -había sido elegido en representación del bloque obrero- sucedió el cierre del ingenio en el que trabajaba.
Representaba una de las corrientes del peronismo mas radicales en su lucha. En ese marco, había sido uno de los dirigentes obreros azucareros que impulsó el enfrentamiento directo con la dictadura y las patronales. Con el tiempo, además, se transformó en uno de los máximos representantes de la CGT de los Argentinos en Tucumán, convirtiéndose en distintas ocasiones en una bisagra entre los sectores del peronismo tradicional y sectores de la izquierda obrera y también estudiantil. En 1971, Romano cayó preso junto al también dirigente sindical Agustín Tosco, con quien compartió la celda.
Por ello, se podría identificar a Romano como parte de una corriente combativa de la izquierda peronista. En él se sintetizaba la vida política y social de Tucumán de aquella época, con la radicalización de un sector del peronismo que se acercó a posiciones clasistas, previamente a la aparición de las organizaciones armadas, y la centralidad de la Federación Obrera de Trabajadores de la Industria Azucarera en el sindicalismo argentino, como así también el accionar represivo de las dictaduras frente a estos dirigentes obreros.
Cercano a la Juventud Peronista desde sus inicios, luego brindó apoyo logístico a la guerrilla rural peronista de los Uturuncos, y en 1968 a un grupo de las Fuerzas Armadas Peronistas en el fallido intento de Taco Ralo. Había estado preso en el gobierno de Arturo Frondizi por participar de una huelga ferroviaria que duró 43 días en contra del Plan Larkin.
El mismo día del golpe de Estado las fuerzas represivas fueron a buscarlo a su domicilio. Al no encontrarlo se llevaron a sus hermanos, Domingo Nicolás Romano, que permanece desaparecido, y Ramón Francisco, el único que fue liberado. La casa de Ramona, la madre de los Romano, fue allanada más de una vez y quedó destruida y saqueada. En busca de respuestas, Benito viajó a Buenos Aires, lugar en el que fue secuestrado. Le habían preparado una emboscada.
Luego de 48 años el mundo es un poco más justo y Benito puede descansar en paz, su legado será difundido y permanecerá para siempre en aquellos que sienten la injusticia como un balazo en el centro de su corazón. Ojalá su espíritu de lucha, coherencia y valentía llegue a perfumar los cuerpos de los dirigentes que representan a los trabajadores en la actualidad.